lo teníamos todo en contra. él, un estudiante de derecho de estética pija de lo más rancia, haciendo sus canciones solo con un casio y su voz nasal, y en un momento en el que en el instituto los compañeros no hacían sino alabar las bondades guitarristas de mark knopfler al frente de sus dire straits, elevándolo a la figura de sultán del swing. y yo, postadolescente inseguro, que solo trataba de ser uno más y disimular mi extraña condición de niño zombie, acomplejado con sus gafas (aún no de pasta) recien inauguradas y una vida más imaginada que real que empezaba a evidenciar los primeros síntomas de un futuro síndrome de peter pan.
un pingüino en mi ascensor solo podía ser entonces un placer oculto, inconfesable y mil veces negado. nadie debería saber que las historias del hombre al que perseguía el sendero luminoso, del universitario obsesionado por su vecina o del fan de james dean que decide hacerse rockabilly eran parte fundamental de mi imaginario musical y que sus canciones sonaban en mi walkman una y otra vez sin visos de dejar de hacerlo.
pero, en un arrebato de valentía, como si del protagonista de la historia interminable se tratara, en un cambio de estética de mi carpeta de estudiante de bup dibujé con edding negro aquel pinguino con pajarita que ilustraba la portada de yang & ginés y decidí que ya iba siendo hora de empezar a ser yo mismo. un acto intrascendente para los demás convertido en mi cabeza en nuevo record olímpico de salto de altura. y esta tarde de domingo toca hacer un esfuerzo por batir aquella marca y defender las seis canciones de este ep (y por extensión las de su primer lp el balneario) como hitos del pop potmovida y reivindicarlo como involuntario precursor de un sonido que a finales de los noventa se convirtió en el argumento principal de una nueva escena indie de nuestro país.
espiando a mi vecina, quiero ser un teenager norteamericano o, especialmente, juegas con mi corazón podrían estar en una lista no solo emocional de las canciones de mi vida. con esas letras llenas de intrascendencia juvenil en las que, como en todo el indie desde tiempo inmemoriable, los malos son los ganadores y nosotros los perdedores, y unas melodías de casiotone que eran el verdadero mayor ejemplo de do it yourself que he escuchado en mi vida. un sonido al margen de los teóricos controles de calidad de la música que, sin embargo, se enganchaban a la primera escucha y te hacían sentir protagonista, al menos por una vez, de sus relatos inspirados en el cine y la televisión.
lo malo es que llegaron los noventa, ambos nos hicimos adultos, se perdió la frescura y, tras un tercer disco con poco que rascar y mucho que olvidar, sus vinilos quedaron aparcados durante años hasta que algunas canciones del indie más moderno de nuestro país me recordaron que primero estuvo él, su pajarita, su teclado de andar por casa y sus pingüinettes para hacer los coros más horteras que jamás he disfrutado.
25/10/09
recordando discos: yang & ginés, un pingüino en mi ascensor
Etiquetas:
manolodominguez,
recordando discos
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merecido homenaje!!!
ResponderEliminargeniales!!
ResponderEliminarGracias por el ofrecimiento pero estoy agotada,me voy a dormir,me lo pienso aunque no creo que acceda,sinceramente...
ResponderEliminarPor aquí ya no paso. Reivindicar ESTO es el colmo. Ni remembers ni nostalgias ni leches. Es simplemente LO PEOR. Siempre lo ha sido y siempre lo será. Música para jovencitos peperos. Cancioncillas graciosas que rozan el ridículo más espantoso.
ResponderEliminarUna vergüenza ver que se ensalza ESTE TIPO DE HORRORES en vuestro blog.
Chungo de verdad.
bufff, esto ya es demasiado autobiográfico... recuerdo perfectamente en octavo (o fue en primero) que alguien me paso una cinta con "disfrutar con las desgracias ajenas", lo que me costó reconocerme que ese disco me tenía atrapado, luego el siguiente, el de la TV, me pareció una basura y como las lineas de la portada de panoráma nuestras vidas se separaron totalmente hasta que con audiogalaxi descubrí este ep y su primer disco pero ya no fue lo mismo que con Benito Carrizosa...
ResponderEliminarpues fíjate federica, en aquellos años yo era joven, votaba comunista, me declaraba antidemócrata y escuchaba al pingüino en mi casa. y ahora con mi vida totalmente aburguesada lo sigo prefiriendo a muchos del tontipop que cerró la década de los noventa.
ResponderEliminarsu mini-lp y el balneario me los sé de memoria. mi divorcio llegó con el que cita formigones, disfrutar con las desgracias ajenas, pero hasta entonces puedo decir que fui fan y a estas alturas no reniego de esos discos.
pero este es solo uno de mis placeres más o menos ocultos. mira que cualquier día hago revisión del camela gold.
Pues nunca les dí mucha importancia, casi huía de ellos en la línea de Federica, pero semejante post de Manolo me pone en un brete.
ResponderEliminar¿Dónde se puede oír esto ahora, sin tener que comprarlo?
Saludos, Ignacio
(Amaia: sigo expectante ante semejante despliegue)
ignacio, ¿tienes spotify?
ResponderEliminarEs que no puedo. De verdad de la buena que no puedo. Igual estoy en una etapa - que dura muchos años ya - que estas gracietas de instituto no me hacen gracia, pero es que es superior a mis fuerzas.
ResponderEliminarY mira que entiendo que haya gente que se parta el culo con estas cosas, pero mi idea del INFIERNO es un concierto de estos señores - con el público que deben arrastrar. La combinación perfecta para hacerme repudiar todo lo que le rodea.
Soy un tío triste. Ya lo sé.
Sip, Spotify dirimirá la cuestión.
ResponderEliminarGracias.
y atencion que a lo del camela gold no hay que buscarle ironia ninguna...que habla en serio!
ResponderEliminarNunca debió amanecer aquel día gris en Nueva York!
ResponderEliminarComprendo perfectamente esa sensación de "pero cómo me puede molar esto a mí, si es anti-todo" en esas épocas adolescentes. Puesto que publico como anónimo y no me expongo al escarnio público os diré que también Modestia Aparte tuvo sus canciones....
y yo a pecho descubierto lo corroboro. aunque eso, solo canciones.
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