escribía jesús llorente en el libreto que se entregaba a los asistentes a la segunda edición del ciclo de rock en el teatro central que “sr. chinarro y migala graban para mi sello, y daría un brazo por fichar a los tindersticks”. era 1998, los madrileños andaban aún por su álbum de debut, antonio luque había tocado el cielo con el porqué de mis peinados y tindersticks tenían ya en la calle la tercera de sus obras magnas.
yo, con la distancia que dan diez años menos cuatro meses, me quedo en los detalles. recuerdo una primera jornada con unos migala nerviosos, llegando a parar a la mitad un tema en el que la banda no había entrado bien para comenzarlo de nuevo, en un concierto en el que ya adelantaron alguna canción del que sería uno de los discos de mi vida. recuerdo que allí escuché por primera el sampleado de la conversación entre ana e isabel acerca de la película sobre frankenstein que habían visto unas horas antes. y recuerdo también a antonio luque afinando su guitarra entre canción y canción y preguntando si la mayor intensidad de los aplausos tras quiromántico daba a entender que ésa era la canción que del disco que más sonaba en las radios.
recuerdo más anécdotas, el mechero convertido en instrumento musical por uno de los miembros de migala o el segundo puesto de la liga y la consiguiente plaza para champions que real sociedad y athletic se disputaban mientras antonio luque daba su último concierto con david belmonte. pero, especialmente, no puedo olvidar la sensación de estar sentado en una butaca que crecía y crecía hasta engullirme mientras stuart staples interpretaba marbles junto a su banda.
he estado en muchos conciertos desde entonces, varios cientos supongo, pero es imposible olvidar esa tarde de domingo en la que, por primera vez, tuve la completa certeza de estar ante uno de los de que recordaría toda mi vida. aún tengo la imagen de mí mismo aplaudiendo como no lo he hecho nunca, sintiendo el dolor que sale de la voz de ultratumba de start staples, con la piel de gallina y las defensas arrastradas por el suelo, perdidas entre las sillas, en tal estado de fragilidad que la muerte de una mosca sería capaz de haberme hecho llorar.
pero es tan complicado escribir sobre un concierto, explicar lo que transmite, que no voy a hacer más esfuerzo baldío. prefiero, volando de la memoria a la imaginación, situarme en ese momento en el que las luces del teatro se encendieron y fede y yo nos miramos sabiendo que no era necesario comentar nada sobre lo que acababa de ocurrir. yo, al menos, no fui capaz de hablar, no me salía la voz. y es que es difícil que fluyan las palabras cuando te han ido despedazando el alma durante algo más de una hora. desmenuzado como quien desmenuza el pescado en busca de las espinas. las de la portada de un disco que se te han clavado a pesar de ir sobre aviso.
2/6/08
mi vida en directo, ciclo rock en el central 1998
Etiquetas:
conciertos,
manolodominguez
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Yo no puedo comentar mucho mas sobre lo que has dicho manolo, uno de esos conciertos para recordar toda la vida aunque mi memoria sea mucho mas fragil que la tuya...
ResponderEliminarFede
Manolo,
ResponderEliminarhoy sales en nuestro blog. ¡Al final hacemos el concierto de Saioa+Dotore!
Un abrazo (para Amaya y para Mateo también),
Víctor