recordando discos, actually, pet shop boys 1987

(apuntes de mi prehistoria personal, parte 2) actually es otro de los discos que devoré en su día, hace ya veinte años, ajeno a lo que iba a significar en el futuro. y pet shop boys un grupo del que absurdamente renegué cuando empecé a escuchar a surfin’ bichos, sonic youth, planetas o pavement. cuando cambié cuarenta principales por radio 3.

no sé si esa etapa en mi vida de obviar todo el pop electrónico, olvidar a mis ídolos de los ochenta (un amplio espectro que iba de mecano al pingüino, de rick astley a bvsmp, de madonna a pet shop boys) para conseguir hacerme absolutamente indie, fue en realidad necesaria. si constityó un error o un acierto. pero lo cierto es que durante unos pocos años abandoné todo lo que había sido hasta entonces para renovarme musicalmente. y lo curioso es que para ello me empapaba, cada vez que mi exigua paga me lo permitía, la rockdelux para intentar ser como ellos, saltándome instintivamente todos los elogios a behaviour que en ella aparecían. intentando no recaer en un pasado oscuro e inconfesable como el que consigue dejar alguna adicción.

pero creo recordar que fue regret, la mejor canción del último disco defendible de new order, la que me abrió los ojos definitivamente. descubrir que los más grandes, los miembros de una banda que un día fueron joy division, seguían un camino más o menos paralelo al de mis antiguos ídolos fue una catarsis en mi recien nacida integridad musical. una vía de escape para poder recuperar esos discos sin la necesidad de encerrarme en ningún cuarto oscuro. una oportunidad de seguir siendo yo sin arrancar páginas de ningún diario autobiográfico.

y desde entonces cualquiera de los discos de pet shop boys (si soy del todo sincero, exceptuando release) forman parte de mi vida, y ellos son uno de los nombres que siempre tengo en la punta de la lengua a la hora de citar una carrera inmaculada que tiene su punto álgido en este actually que durante años tuve escondido en un cajón por miedo a que afectara a mi trabajada carrera hacia algo que algunos optan por llamar criterio y que yo, en realidad, he terminado descubriendo que era pedantería o incluso miedo e inseguridad. pero por fin ya sé que no volverá a pasar, que hoy puedo emocionarme escuchando rent tanto o más de lo que lo hacía cuando aún estaba en el instituto y recuperar mi copia en vinilo cada vez que necesite reafirmarme en que, al menos para la música, no hay nada peor que los prejuicios.